jueves, 1 de septiembre de 2011

Trabajadores de la cultura se manifiestan contra ejecuciones en el Bajo Aguán



Sobre las ejecuciones de campesinos y líderes populares en el Bajo Aguán y el acelerado deterioro de la situación de los derechos humanos en Honduras

“Este es el momento en que callar es un crimen”
Froylán Turcios
“Quien mira cometer un crimen y lo calla, lo comete”
José Martí
“Guardar silencio es compartir el crimen”
José Adán Castelar

A la comunidad nacional, al gobierno de la república y a la comunidad internacional:
Los regímenes surgidos después del golpe de Estado de junio de 2009, ungidos por el gobierno norteamericano, por la camarilla empresarial que ha saqueado el país y por las iglesias fundamentalistas, han reeditado la represión que, en la década del ochenta, sumió a Honduras en el dolor.
Si ayer un militarismo fanático, fascista y brutal entrenó y formó grupos de asesinos para que secuestraran, mataran y desaparecieran selectiva y clandestinamente a dirigentes populares y políticos, hoy, ese militarismo que por muchos años se mantuvo larvado, reeditado quizás ahora con mejor equipo y mayores entusiasmos antipopulares, ha vuelto a la luz para emprender tareas de exterminio en el lugar que les señalen.
En el campo y la ciudad, en las manifestaciones de ciudadanos indignados por la crisis y el golpe, en los desfiles de estudiantes y maestros, allí donde haya una protesta de gente libre, se hace presente el aparato de muerte con las tanquetas, los fusiles, las bombas, las pistolas bajo el falaz argumento de que -sometidos al imperio del orden dominante y el silencio fraguados por las armas- florecen el progreso, la democracia y la convivencia.
Justo cuando se suponía que tenía que mejorar esa situación, a raíz del Acuerdo de Cartagena y cuando los presidentes de Honduras y Colombia declaran que se está cumpliendo con el compromiso de respeto a los derechos humanos, los hechos sangrientos de los últimos días revelan una involución, especialmente porque se ha criminalizado al movimiento campesino señalando la existencia de vínculos con fuerzas guerrilleras entrenadas y financiadas por gobiernos extranjeros y con narcotraficantes cuyos socios son otros.
Si la situación es grave en todo el país, en el agro y especialmente en la región del Bajo Aguán, es insostenible. El cómputo de los muertos ya sobrepasa al medio centenar.
El envío de contingentes militares regulares pretende desviar o desdibujar la responsabilidad de las Fuerzas Armadas en la presencia de escuadrones de asesinos y en la protección a elementos represivos de índole particular que campean en la región y los cuales se conocen por su vocación provocadora y homicida. Asimismo, la forma cómo se está manejando el problema permite deducir que lo que se busca es agotar la capacidad de lucha de los campesinos para imponer una solución mediatizada que privilegie los intereses de grandes empresarios del agro en la zona.
Pero la ceguera del gobierno, sus compromisos con la gran empresa y su desconocimiento de las leyes sociales les impide ver que, en la lucha campesina, no habrá agotamiento y que, de no encontrarse pronto una solución justa y democrática a la problemática agraria, la región del Aguán puede convertirse en la puerta de entrada para acciones de mayor envergadura en donde estaría comprometido todo el futuro del país.
Se ha llegado a  una etapa clave en la escalada violenta; un momento dramático y sangriento que nos obliga, a los firmantes académicos e intelectuales, artistas y creadores de las más diversas filiaciones, a denunciar el comportamiento vil de las fuerzas que pretenden resolver los conflictos estructurales latentes de nuestra sociedad por la vía del crimen político, del asesinato a sangre fría y la intimidación de las organizaciones.
Nos escandaliza, también, que, pese a la evidencia, la generalidad del sistema mediático, identificado con el golpe de estado y que repite las líneas de la propaganda oficialista, desestima los síntomas de degradación social y política y continúa fingiendo que aquí no pasa nada. Así, los feminicidios se imputan, como dice la policía, al perfil de las víctimas; se afirma que los crímenes contra los líderes populares son producto de la delincuencia común; se vinculan al narcotráfico o son el resultado de riñas intestinas. Se ha llegado, incluso, al extremo de minusvalorar o tergiversar el asesinato de un estudiante adolescente que participaba en una manifestación pacífica en el portón de su escuela.
Los crímenes permanecen en perfecta impunidad y se reproducen cada vez con mayor saña y crueldad, en el marco de una estrategia para infundir el miedo, castrar el ánimo batallador de nuestro pueblo y matar su esperanza.
Entendemos la importancia de la agroindustria y de la seguridad jurídica, que solo puede establecerse sobre una ley consensuada. No pretendemos dictar líneas de política, sino llamar la atención sobre el salvajismo con el cual se pretende sofocar las justas demandas sociales. La violencia incontrolable supone un Estado incapaz de mantener el orden y garantizar la convivencia, atributos sine qua non de la soberanía y la legitimidad.
Por lo anterior, los abajo firmantes, urgimos a la comunidad internacional y nacional a pronunciarse contra el desangramiento permanente que ocurre en el Bajo Aguán. Cada vida segada en aras de satisfacer los intereses de la oligarquía nacional y de sus vínculos transnacionales económicos y políticos, es un crimen más de lesa humanidad que aleja la posibilidad de reconstruir la convivencia.

Rodolfo Pastor Fasquelle, historiador; Darío A. Euraque, historiador; Teresa de Maria Campos, antropóloga y artista; Helen Umaña, escritora; Isadora Paz, socióloga y artista de la danza; Aníbal Delgado Fiallos, sociólogo; Mario Gallardo, escritor; Mario Ardón Mejía, antropólogo; Adrienne Pine, antropóloga; Armando García, escritor y fotógrafo; Geraldina Tercero, antropóloga; Roberto Quesada, escritor; Lucy Pagoada, profesora universitaria; Manuel de Jesús Pineda, escritor; Roxana Pastor Fasquelle, educadora; Guillermo Mejía, periodista; Eduardo Bähr, escritor; Débora Ramos, escritora; José Antonio Fúnes, escritor; Dana Frank, historiadora; Julio Escoto, escritor, Patricia Murillo, periodista; Gustavo Larach, historiador; María de los Ángeles Mendoza, historiador; Allan Fajardo, sociólogo; Anarella Vélez, historiadora; Emilio Guerrero, escritor; Jorge Martínez, escritor; Sergio Raúl Rodríguez, músico; Víctor Manuel Ramos, escritor; Gustavo Zelaya, filósofo e historiador; Rosa María Messén Ghidinelli, socióloga; Jorge Amaya Banegas, historiador; Daniel Reichman, antropólogo; Oscar Puerto Posas, economista; Russell Sheptak, historiador; Rosemary Joyce, antropóloga; Mauricio de Maria Campos, economista y diplomático; Iris Mencía, poeta y periodista; Joaquín Portillo, historiador; Rebeca Becerra, escritora, Isbela Orellana, socióloga; Omar Pinto, artista; Edgar Soriano, historiador; Thomas Conteris, periodista; Tito Estrada, dramaturgo;  Natalie Roque, historiadora; César Lazo, periodista y escritor; Fabricio Estrada, poeta; Ricardo Salgado, politólogo; Soledad Altamirano, poeta; Rodolfo Pastor Campos, politólogo y diplomático; Lety Elvir, escritora.
Honduras, 1 de Septiembre 2011

English version
On the murders of campesinos and popular leaders in the Bajo Aguán region and the accelerated deterioration of human rights in Honduras

This is the moment in which silence becomes a crime.
Froylán Turcios

He who witnesses a crime and remains silent, commits it. 
José Martí

To remain silent is to share in the crime.
José Adán Castelar


To the national community, the government of the Republic and the international community:
The regimes that arose from the June 2009 Coup d'État, annointed the the U.S. government, the business lobby that has ransacked the country and fundamentalist churches, have brought about a resurgence of the repression that in the decade of the 1980s, plunged Honduras into suffering.
If yesterday it was a fanatical, fascist and brutal militarism that trained and formed groups of assassins to selectively and clandestinely kidnap, kill and disappear popular leaders and politicians, today, that militarism that for many years lay dormant, enhanced with better equipment and greater antidemocratic enthusiasm, has returned to undertake the task of extermination wherever it is directed.
In the country and city, in the protests of citizens outraged by the crisis and the coup, in the students' and teachers' marches, wherever free people gather to protest, the apparatus of death is brought in with armored cars, rifles, teargas canisters, and pistols under the fallacious argument that it is through the rule of law and silent acquiescence forged by arms that progress, democracy and coexistence flourish.
Just when the situation was supposed to improve based on the Cartagena Accords and when the presidents of Honduras and Colombia had declared that the promise to respect human rights is being kept, the bloody acts of recent days have revealed a regression, in particular because the campesino movement has been criminalized through allegations of ties with guerrilla forces trained and financed by foreign governments.
While the situation is dire throughout the country; in the agricultural sector and particularly in the Bajo Aguán region it is unsustainable. The death count, since the date in question [June 28, 2009?], has surpassed 50.

Sending military forces is an attempt to distract from or blur the responsibility of the Armed Forces for the presence of death squads and in the protection of the repressive forces stationed in the region and known for their particularly provocative and homicidal vocation. Likewise, the way in which the problem is being addressed allows us to deduce that what is being sought is to exhaust the campesinos' ability to fight in order to impose a predetermined solution privileging the interests of large agri-business owners in the region.
But the blindness of the government, its commitment to big business and failure to recognize civil rights laws prevents it from seeing that, in the campesino struggle, the ability to fight will not be exhausted and that, in the absence of a just and democratic solution to the agrarian problem in the near future, the Aguán region could open the floodgates for actions of greater magnitude that would threaten the future of the entire country.
The escalation of violence has reached a key stage; a dramatic and bloody moment that obligates us, as academic and intellectuals, artists and creative workers of the most diverse affiliations, to denounce the vile behavior of the forces that attempt to resolve the latent structural conflicts in our society through political crimes, cold-blooded murder and intimidation of grassroots organizations.
Additionally, we are shocked that, despite all the evidence, the majority of the media, identified with the coup d'état and dedicated to repeating the official propaganda line, ignores the symptoms of social and political decay and goes on pretending that nothing is happening. As such, femicides are blamed, as the police state, on the victim; crimes against leaders of popular movements are unquestioningly attributed to common crime, drug trafficking or internal battles. They have even reached the extreme of brushing aside and distorting the facts behind the murder of an adolescent student who was participating in a peaceful protest at the entrance to his school.
These crimes continue to be met with total impunity and are carried out with greater and greater viciousness and cruelty, within the framework of a strategy to instill fear and neutralize our nation's will to fight.
We do not aim to dictate a political economic or social course of action, but rather to call attention to the savagery being used to stifle fair and just social demands. Violence indicates a State incapable of governing, maintaining order and protecting our coexistence, attributes that are the sine qua non of sovereignty and legitimacy.
In view of the above, we urge the national and international community to take a stand against the permanent bloodshed happening in the Bajo Aguán. Each life cut short for the sake of satisfying the interests of the national oligarchy and its transnational economic and political ties, is one more crime against humanity that distances us further from the possibility of rebuilding our coexistence.

lunes, 9 de agosto de 2010

Carta Abierta al Sr. Bernard Martínez


Sr. Bernard Martínez
Ministro de Cultura, Artes y Deportes de Honduras
9 de agosto, 2010

Estimado Sr. Martínez:

Circula en los medios electrónicos del país y el mundo su Oficio No. OS-545-2010 del 14 de julio dirigido a la Sra. Rosa María Prats, Directora de la Galería Nacional de Arte. Este solicita “el uso de la planta baja” de la Galería de Arte para “albergar el Archivo Nacional, el Archivo de Tierras y Sala de Investigadores y Analistas.” Dice que la “Secretaría enfrenta problemas severos en materia de disponibilidad de espacio, lo cual está afectando el desempeño idóneo de empleados y funcionarios”. Queremos hacerle saber que al proceder según el mencionado oficio, usted comete un grave error administrativo, atentatorio a la Ley del Patrimonio Cultural de la Nación, quizás peor que los que cometió la Abogada Myrna Castro cuando fungió como Ministra de Cultura, Artes y Deportes. Y si se procede como se anticipa, la Fiscalía del Patrimonio tendrá que tomar cartas en el asunto.
El Archivo Histórico Nacional es patrimonio de los hondureños, principal acervo de su memoria colectiva. Sólo se le puede trasladar como a cualquier archivo valioso, en función de serios razonamientos administrativos, criterios técnicos, previo estudio de las condiciones bajo las que se le traslada y en relación a una política cultural amplia. Cuando se trasladó el Archivo Nacional la última vez en Honduras, esa decisión la tomamos bajo una profunda reflexión propositiva. Tomamos la decisión mencionada de la siguiente manera. Retomamos el compromiso adquirido en 1954 por el Estado por construir un museo en honor al General Francisco Morazán en la casa donde vivió el Héroe, es decir en donde se encontraba el Archivo Nacional en el 2006. Allí se deterioraba por las condiciones inadecuadas del inmueble el Archivo Nacional. Se carecía de los espacios y la infraestructura moderna necesaria para cumplir con la misión institucional adquirida desde fines del siglo XIX cuando se fundó. Trasladamos el Archivo a la Antigua Casa Presidencial recién restaurada, bajo la tutela del Instituto Hondureño de Antropología e Historia.
Así se liberó el inmueble para el museo que buscábamos establecer entre fines del 2006 hasta el Golpe de Estado en junio del año pasado. El traslado del archivo a la Antigua Casa Presidencial se efectuó cuidadosamente, primero realizándose estudios técnicos de la Casa Presidencial para asegurarnos que los espacios en ese inmueble se prestaban para una mejora profunda en la conservación, reproducción, función y servicios del Archivo Nacional. Simultáneamente, todo este proceso se fundamentó en Convenios legales entre la SCAD y el IHAH. Estos convenios y todos los documentos técnicos y administrativos que fueron el asidero para nuestras decisiones quedaron en los archivos de la Subgerencia de Conservación y la Unidad de Historia del IHAH. Cualquier decisión que se tome ahora para trasladar el Archivo Nacional debe realizarse con los procedimientos debidos señalados.
Por otro lado el Convento de La merced que por hoy hospeda a La Galería Nacional le pertenece a partes iguales a la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y el Congreso Nacional, que prestaron el edificio para el único fin de albergar un museo de la historia del arte hondureño, en base a documentos legales con ese fin. No se habilitó para un Archivo Nacional y no fue prestada para ese propósito. Tampoco sirve el inmueble que alberga la Galería Nacional por el simple hecho que no existe allí el espacio necesario para consultar y conservar el Archivo Nacional.
Trasladar las oficinas de la SCAD a la Antigua Casa Presidencial sería un grave error por las siguientes razones. La Antigua Casa Presidencial es un delicado inmueble que data de las primerias décadas del siglo XX y ha sufrido para su conservación varias intervenciones arquitectónica durante las últimos dos décadas. Es un monumento nacional (desde 1989) que debe respirar un aire de cultura, de estética, y no el corre, corre de la administración burocrática de la SCAD u otra instancia de Estado. De hecho, la “ficha técnica” de su registra clasifica su uso como “cultural”. Los técnicos del IHAH, sus arquitectos, sus historiadores, y sus museógrafos son los llamados a ilustrarlo al respecto. Lamentablemente, la máxima autoridad actual en el IHAH, impuesta bajo la administración de la Abogada Castro, carece totalmente de experiencia o conocimientos en estos menesteres para colaborarle en este sentido. De cualquier forma, la Fiscalía del Patrimonio debe vigilar la actuación de la actual Gerencia del IHAH en relación a esta decisión suya de trasladar el Archivo Nacional a la Galería Nacional.
Por último, trasladar las oficinas de la SCAD a la Antigua Casa Presidencial echaría por tierra un proyecto importantísimo para el Patrimonio Documental y su relación con Identidad Nacional ampliamente apoyado por la cooperación internacional, especialmente la española y otros gobiernos a través de NNUU. Nos referimos al Centro Documental de Investigaciones Históricas de Honduras (CDIHH). La iniciativa más afectada por el Golpe de Estado en relación al patrimonio cultural fue irónicamente la más creativa y la que más potencial guardaba para el patrimonio documental de nuestro país: (CDIHH). No cometa usted el mismo error que la Abogada Castro. ¿Qué es el CDIHH? El CDIHH lo constituyen varios archivos y biblioteca que encuentran en la Antigua Casa Presidencial desde el 2006 y el 2007: el Archivo Nacional de Honduras, el archivo otrora administrativo del IHAH y también su Biblioteca especializada en temas de historia, antropología y arqueología, única en Honduras. La iniciativa de establecer el CDIHH fue formalizada mediante convenios oficiales de cooperación entre la SCAD y el IHAH y en particular entre la Dirección General del Libro y el Documento de la SCAD y la Unidad de Historia del IHAH.
La inauguración del CDIHH se dio el 30 de abril del 2007. Luego de su apertura a todo el público e investigadores el 15 de mayo, se proyectó una agenda de trabajo que incluía el acondicionamiento de espacios, proyectos de conservación, prevención y protección del patrimonio documental en diferentes soportes técnicos; al igual, se buscaba provocar una dinámica entre lo histórico y lo cultural mediante una campaña de difusión y diálogo entre los que se dedican a la investigación y los que se dedican a la gestión del patrimonio cultural y su relación con la memoria histórica y la Identidad Nacional en diferentes regiones del país. Los resultados de este proyecto se presentaron a dos años de su funcionamiento, el 18 de junio, a menos de dos semanas del Golpe de Estado del 28 de junio del 2009. En un evento solemne y con una visión a futuro, se presentaron todos los proyectos y actividades que se habían desarrollados entre abril del 2007 a junio del 2009, y la posible agenda a seguir para el segundo semestre del 2009 y todo el 2010.
Esta agenda era parte de compromisos entre las instituciones responsables de la cultura, donde se intentaba integrar y apoyar otros fondos documentales que se encuentran en archivos municipales y en las Casas de la Cultura y la Red Nacional de Bibliotecas, especialmente aquellos. También se buscaba la reorientación de la investigación histórica–cultural en Honduras mediante un programa que incluía a historiadores locales y regionales y los historiadores urbanos; este proceso se canalizaría mediante el Programa Conjunto “Creatividad Cultural e Identidad Local para el Desarrollo Local” que coordinan las Naciones Unidas y, antes del Golpe de Estado, la SCAD y el IHAH. Hoy en día, estos mismos cooperantes están reanudando esa colaboración pero no podrían si se desarticula a la institución. Trasladar las oficinas de la SCAD a la Antigua Casa Presidencial violentaría este frágil proceso otra vez.
Por estas razones reiteramos que el futuro accionar registrado en el Oficio No. OS-545-2010 dirigido a la Directora de la Galería Nacional de Arte es un grave error.

Atentamente,
Dr. Rodolfo Pastor Fasquelle
Ministro de Cultura, Artes y Deportes
(1994-1998, 2006-2010)

Dr. Darío Euraque
Gerente, Instituto Hondureño de Antropología e Historia
(2006-2010)

jueves, 22 de julio de 2010

Un informe revelador


Mientras en Honduras afloran las tensiones, y cada facción se siente obligada a “marcar” su territorio, como el COPINH, Radio Progreso y los jesuitas, o los oportunistas del trapo rojo (que más de algún ingenuo todavía designa como “liberales en resistencia), la tendencia en organismos como el SICA y la OEA apunta a un reconocimiento sin reservas para el gobierno de Lobo y a la indiferencia ante los justos reclamos de la Resistencia y del ex presidente Zelaya ante la vigencia de la persecución política y la violación de los derechos humanos de todos aquellos que nos hemos manifestado en contra del golpe de estado del pasado 28 de junio de 2009 y de su continuación a través del autonombrado gobierno de unidad nacional.
Esta nota de prensa, enviada por el ex ministro de Cultura, Dr. Rodolfo Pastor Fasquelle, muestra sin lugar a dudas la posición real del gobierno de Pepe Lobo, representado por el nefasto Arturo Corrales, y revela, además, la complaciente y timorata actitud de la OEA, expresada por su secretario general, José Miguel Insulza, y de sus Comisiones (de Alto Nivel y Jurídica), quienes han cumplido con una miserable función durante y después del golpe de estado.
Estas notas debieran servir de punto de partida para hacer a un lado, aunque suene utópico, las diferencias entre los diferentes sectores que conforman la Resistencia, para retomar el trabajo con la certeza que sólo la unidad y el consenso harán posible la victoria; también debieran servir estas revelaciones para olvidarse de una vez por todas de la tal solidaridad internacional o de la supuesta vigencia de los llamados organismos internacionales, esos que ya se olvidaron de los muertos, de los desaparecidos, de las amenazas y de las torturas (tal vez la imagen de arriba les refresca la memoria), y ahora se empeñan en contagiarnos su amnesia.

Informe de Prensa sobre las conversaciones en Washington (OEA)
Rodolfo Pastor Fasquelle

Habiéndole solicitado el Secretario General de la OEA, José M. Insulza enviar un Comisionado suyo a entrevistarse con la Comisión de Alto Nivel, formada por la pasada Asamblea de esa organización para analizar el problema generado en Honduras por el golpe del 28 de junio de 2009, el ex Presidente Manuel Zelaya me ordenó presentarme en Washington. Asistí ahí a dos reuniones entre el 5 al 8 de Julio pasado, una reunión con la Comisión en pleno y otra con la Comisión Jurídica de asesores, que antes había visitado Honduras.
Expuse en la reunión con la Comisión de embajadores nuestra posición, que es la misma de las declaraciones de la OEA y de las autoridades de casi todos los gobiernos en ella representados, la de que, en Honduras el 28 de Junio de 2009, se produjo un golpe de estado, subrayando que, en el, habían participado coordinadamente los militares, el Congreso de entonces (que aceptó una renuncia falsa antes de nombrar a su presidente como Jefe de Estado) y la actual Corte de Justicia que, en días posteriores, al golpe generó una serie de documentos exculpatorios de los militares y una persecución política con serie de acusaciones contra el Presidente Zelaya y contra varios secretarios de estado. Argumentamos que para que el actual gobierno pudiera reconocerse en la asamblea como representante legítimo de nuestro país, tenían que cumplirse las exigencias suscritas a propuesta de OEA, y sustentadas en su carta democrática, so pena de dejar ese crimen impune como funesto precedente y abdicar de los principios de la organización.
Las conversaciones con el Secretario Insulza coincidieron en 1. Concertar el cese de la persecución judicial contra el ex presidente Zelaya y sus colaboradores. 2. Comprometer al actual gobierno para fortalecer a la fiscalía de derechos humanos, 3. Proponer el acompañamiento internacional en la lucha contra la impunidad, 4. Ampliar de la Comisión de la Verdad formada por el gobierno, con un representante a ser propuesto por la oposición y 5. Convocar a un amplio Diálogo Nacional, con genuina representación de la oposición y con una agenda abierta para estudiar el derecho al proceso constituyente.
El Secretario Insulza informó sin detalles que el Presidente Lobo había enviado a su propio Comisionado, pero que no aceptaba lo concertado. Que estaban adicionalmente acusando al exPresidente Zelaya por un pago de publicidad y por la inversión para financiar logística de la encuesta sobre la Cuarta Urna, que había resultado indispensable en vista de que los militares no habían devuelto el dinero que se les entregó para ese fin, al rebelarse dos días antes del Golpe. Es decir que el gobierno actual, elegido sin oposición, bajo Estado de Emergencia y sin la observación de OEA o ningún organismo internacional oficial exigía que el ex Presidente Zelaya se sometiera, por esas acusaciones, a la justicia de sus verdugos y coautores del golpe que ya se habían pronunciado en su contra. Que se le haría la gracia de permitirle defenderse fuera de la cárcel. No expuso el Secretario Insulza cual sería la propuesta de acompañamiento internacional para la lucha contra la impunidad que gozan los Golpistas y explicó que el Presidente Lobo quería que fuese la propia Comisión de la Verdad oficialista la que incorporasea un representante de la oposición.
Se le expresó al Secretario y a la Comisión nuestra anuencia para que, por distintos procedimientos, se llegara al mismo fin y que nos inquietaba, sobre todo, el estado de indefensión de los hondureños ante los cotidianos atropellos y crímenes de lesa humanidad, certificados por su propia Comisión de Derechos Humanos, sobre los cuales no se estaban pronunciando puesto que -dada la complicidad de la Fiscalía y de la judicatura en el golpe- no habían condiciones para ponerle freno a esos abusos o deducir responsabilidades. Asimismo se le recordó que el acuerdo era el cese de la persecución.
Los juristas que habían estudiado las acusaciones nos aseguraron que se había progresado en la discusión con la Fiscalía y con la Corte en Honduras, pero repitieron que, por razones de formalidad, el Presidente tendría que presentarse ante esa judicatura a pedir que se le amnistiara y someterse a proceso por las dos acusaciones restantes. A ellos también se les explicó que el ex Presidente podría someterse a juicio por cualquier acusación notificada antes del día del golpe o ante cualquier instancia de justicia internacional que ofreciera condiciones de objetividad, pero no se humillaría ante la corte que le había dado un golpe. Con posterioridad, y al final de nuestra visita y en vista de que no se había adelantado el acuerdo, presentamos ante la Alta Comisión un Informe de posicionamiento, preparado personalmente por el ex Presidente Manuel Zelaya, hoy Coordinador del Frente Nacional de Resistencia, exigiéndole a la Organización actuar en congruencia con su Carta Democrática (cuya sustancia es el derecho de los pueblos), con sus propias declaraciones reiteradas y con su compromiso de desconocer la legitimidad del gobierno mientras no se revirtiera la situación creada por el golpe y restaurara el pleno derecho.
Desde entonces el S. G. Insulza ha viajado por América Latina solicitando ante los gobiernos que acepten a Honduras por mayoría de votos, desestimando a quienes se opusieran; además ha cabildeado recién en la reunión de SICA en El Salvador en la cual, a pesar de que su normativa del organismo exige un consenso total, en ausencia de un país y de tres de sus presidentes, el Presidente Fúnes anunció la reincorporación de Porfirio Lobo en el Sistema y solicitó, como había anunciado muchas veces que haría por pragmatismo, la reincorporación de su representante ante la OEA.

jueves, 4 de febrero de 2010

Los errores de Mel. Rodolfo Pastor


El pasado 2 de febrero, en la sede del CIDE (Centro de Investigación y Docencia Económicas) en la Ciudad de México, el Dr. Rodolfo Pastor, en compañía de reconocidos académicos como Jean Meyer Barth, Director de la Revista Istor del CIDE, Guadalupe González González, Profesora/Investigadora del CIDE, Adrienne Pine, del Departamento de Antropología de la American University of Washington, y Rafael Rojas Gutiérrez, Director de la División de Historia del CIDE, debatieron en torno al tema: Una visión histórica del Golpe de Estado en Honduras. A continuación ofrecemos el texto completo de la intervención de Rodolfo Pastor, pero quienes deseen ver el vídeo del evento pueden consultarlo en la página de mimalapalabra.

Rodolfo Pastor Fasquelle
De los errores del ex Presidente J.M. Zelaya

No se quién ha calificado el de Junio 28 de 2009 en Honduras como “un golpe perfecto”. Se sacó al gobierno con la complicidad de varios de sus miembros y en coordinación con los demás poderes del Estado; se legitimó el rompimiento del orden Constitucional invocando la defensa de la Constitución; se reprimió a la Resistencia sin que nadie más o al menos sin que muchos más se dieran cuenta; se legalizó el golpe mediante elecciones, si bien desconocidas por mucha de la comunidad internacional; se absolvió de responsabilidad criminal a los secuestradores y represores; se decretó una amnistía a favor de los legisladores y magistrados golpistas, fingiendo que se hacía en aras de la concordia nacional y se estableció un “gobierno de unidad” que no incluye a nadie de la verdadera oposición.
Me mueve a risa que quieran quitarle el sombrero. Inevitablemente, otras facetas de su personalidad incidieron en su desempeño como gobernante, pero no dispongo de elementos de juicio. Aun si nos restringimos a sus actuaciones en la vida pública, claramente no hay consenso frente al tema de los errores de M. Z. R. Depende todo de tu posicionamiento y perspectiva. Justificaré mi opinión, que sólo tendrá sentido para quienes comparten mis puntos de vista y mi simpatía y admiración por Mel. Gobernar un país duro como Honduras es más difícil de lo que imaginan muchos.
Muchos de los recientes sucesos en mi país se desencadenaron por causas profundas, de las que ninguna persona en particular tenía control, o por circunstancias aleatorias aun no esclarecidas. La crisis estructural estaba planteada. Y aunque sus enemigos lo califiquen así, no puedes pensar que el error fue el proyecto, sus líneas generales o sus derivaciones necesarias para enfrentar esa crisis.
Incluso la confrontación entre clases sociales se la quiso achacar el golpismo al Presidente Zelaya porque, como decía C. Flores F, “un presidente tenía que unir”. Aunque esa confrontación derivaba de la polarización excluyente que genera el modelo de crecimiento. El Presidente lo que hizo fue 1) reconocer el problema de desigualdad extrema, 2) calificarla de injusta, 3) señalar las consecuencias del descontento para la gobernabilidad, 4) explicar las limitaciones dizque legales para que el Estado pudiera remediarlo y 5) plantear la urgencia de reformas para corregir esa atonía, una urgencia que se agudizaba frente a la “crisis global”. Y frente a esa contradicción, no erró M.Z.R. al tomar partido por el pueblo marginado, aunque a eso le llamen populismo.
No fue un error enfrentarse a los problemas estructurales del país y buscar una salida de la democracia ficticia (me inclino al término poético: fementida) con la que Honduras no ha podido superar los retos elementales de la condición colectiva ni mejorar sus indicadores sociales en treinta años. Abanderar la idea de que la democracia participativa (con ciudadanos empoderados) es el camino a un entendimiento social. A la gente le costó trabajo entender, pero cuando entendió fue evidente que la propuesta de empoderar a los ciudadanos mayoritariamente pobres era demasiado democrática para la élite. Plantear reformas radicales frente a los beneficiarios del sistema pudo haber sido, desde la perspectiva práctica, un problema; pero hubiera sido peor ignorar esa necesidad o moderar las demandas de modo que resultaran ineficientes, otra vez. Ya se había acumulado un malestar profundo que todos conocíamos.
Al contrario, entre los logros o aciertos del Presidente, el más importante pudo haber sido despertar al pueblo frente a la trampa del sistema político y desnudar a las fuerzas de la reacción plutocrática en su conspiración perpetua para asegurar su privilegio. Su planteamiento político de la necesidad de la reforma es el más avanzado que ha dispuesto el país en su historia contemporánea y es un logro histórico. Al igual que insuflar el espíritu crítico en la conciencia colectiva y el ánimo de lucha en grandes sectores; y, de repente, revelar la conciencia de la obligación de cooperar entre sectores. (Eso tendrá que corroborarse). Porque independientemente de los resultados a corto y mediano plazo, el simple aireamiento de la propuesta la hizo viable y cambió a Honduras irreversiblemente, generó la simiente de una ciudadanía que ha probado su fuerza en la movilización de la Resistencia, construyendo las bases para la refundación democrática de la nación.
En otro sitio he calificado de mentiras y manipulaciones muchos otros supuestos “errores” que le imputan sus enemigos al Presidente. Repetiré -porque lo sigo escuchando y lo vuelve a decir Pepe Lobo para justificar el golpe- que es una estupidez decir que el Presidente Zelaya conspiraba para “quedarse en el poder”. Sabía que eso no era posible, si bien pudo haber soñado con la reelección a futuro. Tampoco es cierto que el Presidente violó la Constitución al llamar a una encuesta sobre la consulta popular, aunque lo juzgara delito un juez de tercera fila y lo ratificara post facto una Corte Suprema golpista, que no tenía facultades para destituir al Presidente. Fueron esa Corte y el Congreso quienes violaron la Constitución en el golpe. No es cierto que el gobierno fuese más corrupto que cualquiera que lo antecediera, aunque quizás no mejoró a ninguno. Y los derroches que le acusan son los consuetudinarios del patrimonialismo desafortunado.
Asumir como verdadera la acaso ficticia soberanía de una nación de la que había jurado ser el Presidente no fue un error. Ni tomar distancia con respecto a las actitudes lacayunas tradicionales de nuestros gobernantes en el pasado. (Muchos hondureños necesitábamos esa expresión de dignidad). Aunque la C.I.A., que nos lleva expedientes desde hace tiempo a todos, lo tomara a mal. Y le llevara cuentas a Manuel Zelaya desde que cometiera, en 1985, el error de denunciar, en el Congreso, como joven diputado de Olancho, los atropellos de la Contra que sufría el campesinado humilde de la frontera.
No fue un error denunciar, en la Toma de Posesión, a las transnacionales petroleras por la demostrada estafa de sus cobros. Ni quitarles parte de su ganancia en medio de la crisis de los precios y después exigir que se ajustara el volumen facturado de acuerdo a la temperatura ambiente como se hace en el resto del mundo. Aunque pudo ser un yerro insistir en “la subasta” cuando no teníamos dónde guardar el petróleo y la Embajada estaba empeñada en proteger los intereses y propiedades de sus ciudadanos corporativos.
El Presidente Zelaya no fue nunca un títere de H. Chávez, aunque se identificó como su amigo. Nada en su alianza con los gobiernos de la ALBA, en busca de resolver el problema práctico de las importaciones de combustible, comprometía un interés nacional. Los lazos con Venezuela y la ALBA se forjaron por tratados ratificados por el mismo Congreso que dio el golpe y después exigió repudiarlos, luego de gastar cínicamente el dinero que se recibió producto de ese acuerdo.
Inevitable, en vez de equivocado, resultó discrepar con el Embajador Charles Ford, caballero que -con poco oficio de la diplomacia- se pronunciaba continuamente sobre asuntos que no eran de su incumbencia. Y al final tampoco ayudó a enmendar desacuerdos con EEUU el hecho que se postergara una semana la recepción oficial de las cartas credenciales del nuevo embajador, don Hugo Llorens, nombrado por el P. Bush, en protesta por los atropellos del Imperio contra el gobierno de Evo Morales.
Ser solidario con otros gobernantes pudo ser un reto al fundamentalismo nacionalista gringo y a la mentalidad pitiyanqui local, pero no fue una postura errada. Porque hay que arriesgarnos a ser latinoamericanistas, aunque nos cueste. La historia posterior al golpe demuestra que, si bien sigue siendo ineficaz, el Latinoamericanismo es la única salida. Aunque quizás en esto, también, hubo un exceso de retórica. Resulta que al Presidente, igual que a la mayoría de los políticos, le fascina el discurso, al que fetichiza. Y de repente, imitando a sus camaradas, se deslizaba hacia un discurso disociador, poco consecuente con su posición de poder real, cuando se autodenominaba románticamente socialista. El Imperio tiene su orgullo y sus procónsules su vanidad personal. Y a los empresarios les pareció una amenaza la retórica del Presidente, especialmente cuando se aparejaba con algunas medidas justicieras.
Aumentar el salario mínimo hasta $290, el tercero más elevado del istmo (después de Panamá y Costa Rica), no fue un error, aunque sin duda afectaba las ganancias extraordinarias de los patronos. Porque ese aumento (para cubrir el costo de la canasta básica) le daba dignidad y esperanza a los obreros y no acarreó una crisis del empleo, contra lo que profetizaron sus enemigos, ni comprometió la competitividad del sistema. Pero predispuso a los patronos en contra del gobernante y alentó al golpismo.
Tampoco fue un yerro denunciar la extorsión que practican los empresarios que contratan con el Estado y la sinvergüenzada de las exenciones fiscales de que gozan los empresarios metidos en la política. La política fiscal hondureña ha sido calificada como una de las más injustas de la región, mientras que el Estado carece de los medios para cumplir sus responsabilidades. Y tampoco me parece un error haber propuesto límites a la acumulación de poder del sector financiero y a su penetración en las industrias, así como haber propuesto límites a las facultades omnímodas del Congreso. Proponer una Asamblea Constituyente era un imperativo derivado de estas propuestas. No había otra manera de adelantar una reforma de tal magnitud. Y continuar con la encuesta criminalizada comportaba un riesgo que había que afrontar, porque desistir de ella era abdicar de la razón de ser del gobierno del Poder Ciudadano.
Para los niños y para los políticos, los héroes son infalibles. (Por eso puede haber también héroes inverosímiles.) Para los ciudadanos pensantes, el escrutinio de los errores de nuestros conductores es una forma de aprender y de corregir. Y los verdaderos héroes se reconocen falibles, si bien esto ocurre, casi siempre, en circunstancias extremas. No todas las cosas que se han dicho de parte de nuestros contrarios son mentiras. También M. Zelaya cometió errores verdaderos. Y no todo es atribuible a la perversidad y menos a la habilidad de sus enemigos y opositores.
Fueron errores que afectaron su administración, descarrilaron su proyecto, contribuyeron a la caída de su gobierno. Y otros que después frustraron su épica lucha por regresar al poder con apoyo de la resistencia y de la comunidad mundial. Ahora que termina oficialmente su gobierno es preciso reflexionar sobre esos errores. Porque son pertinentes a esta historia. El propio José Manuel Zelaya tendrá que revisar sus pasos y reconsiderar y rectificar. Para ayudarlo en esa tarea me he dispuesto, como ex Secretario suyo -y no sin temor de la propia arrogancia y la ajena ingratitud- a ordenar lo que podría caber en esa reflexión autocrítica.
A mi ver los yerros del ex presidente surgen de su misma condición y ambivalencia personal. Usando la metáfora de Weber, Allan Fajardo ha dicho que M.Z.R. es una figura transicional entre el caudillo y el líder moderno; habría que agregar que es una criatura del sistema político al que pretendió retar. Esa paradoja explica muchas interioridades de la crisis y el golpe. Un hilo conductor obligado del análisis de los errores es el de la confianza naif que M. Z. R. depositó, con recursos y poder, en personas y grupos que, después, resultaron ser sus enemigos. Esto sucedió igualmente con los políticos del Partido, como Elvin Santos y Micheletti, con varios ministros en su gobierno, como Bonano, Rodas y Hernández, con los militares como Romeo y sus cuatro generales, con la legión de periodistas a los que patrocinó, con líderes populares oportunistas como Ham, y con clérigos conservadores. Quizás confió demasiado en y también se traicionó a sí mismo. Sólo así me explico que no tuviera ningún plan para el golpe, que no lo hubiera visto venir, aunque sentía el distanciamiento creciente de los militares desde la reunión de OEA en San Pedro Sula y la agresividad de sus enemigos desde varios días antes que ocurriera. Y se quedó sentado, esperándolo.


Errores en el gobierno
El ex presidente Zelaya tomó todas las decisiones importantes de su gobierno antes y después del golpe. Si alguno de sus colaboradores íntimos falló por exceso u omisión, el Presidente lo permitió, lo empujó o lo impidió.
Ya en la escogencia de su equipo de trabajo cometió errores evidentes. Aceptó imposiciones partidaristas de individuos que no estaban comprometidos con su visión. Y favoreció a “amigos” leales que no reunían las condiciones mínimas de capacidad o integridad para los puestos que se les asignaron y terminaron resbalando en la cáscara de banano de la corrupción. Chimirri y R. Valenzuela fueron amigos costosos, costosísimos, que le hicieron daño.
Quizás para compensar, el Presidente se rodeó de un grupo reducido de ministros amigos que, sin más culpa que la de ser afines, colorearon o distorsionaron la impresión que recibía y la que daba…. Primero porque compartían una visión ideológica y una retórica sobrada de sentimentalismo izquierdista, un tanto passé y muy poco práctica. Pero, sobre todo, porque en ese círculo también prevalecieron los intereses de grupo y de algunos individuos junto a una visión legalista (diría aun más: formalista), de los abogados, quienes siempre pensaron que, puesto que eran los mejores, para cada reto legal encontrarían un recurso, como si el juego del poder fuese una partida de naipes con actas juradas. Critico dolorosamente a mis amigos, a los que el Presidente convirtió en adláteres y “yes men”, premiándolos con su atención al mismo tiempo que marginaba a otros. Y este fue un fenómeno que se agravó conforme pasaba el tiempo.
Después de fracasar en la organización del Partido, Patricia Rodas fue un error en la Cancillería y fue quien introdujo en la opinión pública ruidos que después sirvieron de pretextos al golpismo sobre el afán de continuismo. Obviamente Arístides Mejía no tuvo la necesaria inteligencia ni dio buen consejo sobre las FFAA. Pero además M. Z. R. personalizó demasiado el ejercicio del poder administrando con detalles que no le corresponden a quien tiene que concentrarse en los rumbos de la nave del Estado, en desmedro de iniciativas que lo hubieran fortalecido.
Había que formular una visión de largo plazo y tener capacidad para improvisar, pero también había que fraguar un plan inmediato, dirigido a alcanzar las metas inmediatas e intermedias. Por una desconfianza, que era el anverso de la confianza excesiva mal ubicada, M. Z. R. desautorizó a quienes estábamos a cargo de esas funciones y de las de coordinación. Así el Presidente le impuso a su gestión un ritmo errático y desordenado, una improvisación continua…que comprometió su eficacia. Los planes eran todos del largo plazo y de índole normativa o declarativa, grandiosos. Y por esa razón nunca terminaban de “aterrizar” y alcanzar el consenso como base suficientemente amplia de poder. Y lo mismo ocurrió con su lucha política en pro de la Reforma.

Errores frente al Partido y el sistema bipartidista
M. Z. R. alcanzó la Presidencia no porque hubiera planteado la reforma integral, implícita en su plataforma de Poder Ciudadano, sino también porque había forjado una alianza con sectores tradicionales del Partido, que sirvieron de base para la lucha electoral y lo apoyaron para ganar –apenas- una elección en que confrontaba a la maquinaria tramposa del P.N. Y les hizo a esos sectores concesiones que, después, lo atraparon y sujetaron al chantaje. Una vez en el poder, esos compromisos y ambivalencias constituían una contradicción e impidieron un planteamiento claro de la lucha por la Reforma, al tiempo que el Presidente perdía a sus aliados tradicionales. ¿Se sobreestimó al mismo tiempo que dejó de calibrar las fuerzas con que se enfrentaba?
Bajo la teoría de que no importaba ya, M. Z. R. convirtió a los elementos más tradicionales del Partido en inevitables cuando, un año después de asumir el poder, les entregó el Partido en la Convención de Siguatepeque, a sabiendas de que, al final, se opondrían a cualquier proyecto de transformación. Debió saber que el tradicionalismo partidarista no lo acompañaría en una propuesta de cambio profundo, un viraje que le complicara al Partido su ventaja tradicional y una idea genuinamente democrática que lo obligara a reformarse. ¿Fue un error pensar que iba a retener la lealtad de los caudillos tradicionales después de empezar a desarrollar una agenda distinta, dándole la espalda a los arreglos y las mafias? Esta contradicción quizás explica porque el entonces Presidente se tardó tanto en enarbolar la bandera de la Reforma que exigía una solución de continuidad.
Teóricamente, la Reforma tendría que haber arrancado consolidando los sectores leales a M. Z. R. junto con aquellos con los que pudiera negociar un entendimiento firme (quizás el Rosenthalismo) y la base política novel de la Reforma para exigir, en primer lugar, reformas electorales. Quizás porque confió hasta muy tarde en su convocatoria, M. Z. R. no hizo alianzas dentro del Partido con el fin de asegurar un piso de poder y al final no tuvo tiempo de organizar su base propia. Avanzó mucho a último momento, pero era tarde. Sus enemigos ya habían seleccionado a los candidatos, a los fiscales y a los magistrados. La demora fue letal.

Errores frente a los militares
Quizás el Presidente nunca tuvo la clase de información que requería sobre los militares. Hubiera necesitado entender su mentalidad y tradición estamental, además de datos de “inteligencia” sobre sus relaciones con la C.I.A. Fue un error de M. Z. R. empoderar a los militares, tal y como en una entrevista reciente (El Heraldo, lunes 12 de enero de 2010) confiesa el General Romeo Vásquez que hizo. El Presidente apoyó personalmente al General Romeo Vásquez, contra la costumbre de rotación del estamento superior, aumentó sueldos y multiplicó prebendas. Aunque no lo podría asegurar, quizás M. Z. R. también empoderó a las cúpulas militares, otorgándoles una tácita autonomía, a costa de jóvenes oficiales que hubieran podido convertirse en sus aliados. Es una posibilidad.
Y es que no parece haber entendido que se trataba, en la práctica, de un cuerpo colegiado, y se avocó a perpetuar sus cabecillas. Ese era su instinto. Tardó demasiado en percatarse de la deriva de esa cúpula hacia el inevitable abrazo de la reacción y no preparó los reemplazos. Lo más grave, sin duda, fue despedir al General Vásquez y aceptar la renuncia de la Junta de Comandantes sin su inmediata sustitución con oficiales leales al gobierno y dispuestos a servir con disciplina. ¿O es que acaso ya no los había?

Errores frente a la empresa privada
De manera análoga, el Presidente premió y les hizo concesiones diversas a los empresarios quienes, al final, se coligaron en su contra y financiaron el golpe. Algún día comprenderemos en este contexto la contienda sobre “el tráfico gris de servicio telefónico”, que involucró a todos los empresarios de la comunicación, incluyendo al ex presidente Carlos Flores F., y a quienes nunca se denunció. (Por instrucción presidencial se favoreció con una concesión estratégica en La Ceiba a Banco Fichosa, liderado por Camilo Atala, estratega del golpismo; además, se les perdonaron sus obligaciones al Grupo Facussé en el viciado contrato de los aeropuertos, y al grupo de Ferrari con el seguro incumplido de Hondutel; también se les llenó las bolsas con pautas publicitarias del gobierno a canales y programas y periódicos que no cejaron nunca en su empeño de morder la mano que los alimentaba).
Fue una equivocación pensar que los empresarios hondureños, núcleo del conservadurismo, aflojarían el control del sistema político y compartirían por propia voluntad las ganancias extraordinarias de la bonanza que caracterizó a los primeros dos años y medio de gobierno, antes que nos alcanzara la crisis internacional. Quizás también el gobernante subestimó el poderío de los empresarios.
Fue un error por omisión dejar de exigir el derecho a la respuesta frente a la campaña mediática masiva –que ya era parte de la conspiración golpista- desde inicio del tercer año de gobierno. Advertido desde los primeros meses de su administración sobre la peligrosidad de los medios de comunicación, monopolizados por la oposición de derecha, M. Z. R. pretendió “comprar” la buena voluntad de sus enemigos jurados en la prensa. Sólo al final, de nuevo muy tarde, buscó establecer sus propios canales…
Nunca apoyó a Radio Honduras. Se tardó mucho en establecer el Canal del Estado, y lo puso -igual que el periódico (“Poder Ciudadano”)- en manos de adláteres poco profesionales, para controlarlo personalmente. De modo que sus enemigos lo cercaron y lo aislaron de gran parte de la población que depende para su información de los medios calientes (radio y tv) dispuestos a los peores abusos: manipulación, campañas de desprestigio. En todo caso, si todas las demás cosas son iguales, puesto que responden a otros intereses y no a su propia ganancia comercial, luce más eficaz el procedimiento de confrontar esos medios y al periodismo tarifado, como ha hecho el Presidente Correa en Ecuador, que tratar de apaciguarlos con más patrocinio del que se justificaba y menos del que se requería.

Errores en la política exterior
El tipo de relación que se estableció con Chávez pudo haber sido una provocación ingenua. ¿Fue un error pedir la impresión de las papeletas o aceptar el avioncito pintado? Al final parece que el Presidente Zelaya abrió demasiados frentes y dio excusas a la oposición cuando permitió a un par de amigos hablar de reelección o de continuismo; eso puso a personajes claves (capos y candidatos) en disposición de conspirar en su contra. La reunión de la Canciller Rodas con el Canciller de Irán, un régimen anti-liberal por excelencia, que ofende negando los hechos históricos del Holocausto, alberga a grupos terroristas y cuya dictadura se ha constituido en una amenaza para la paz mundial, es algo que en nada contribuyó a la soberanía de nuestro país.
También fue un gravísimo error, que alenté en el Presidente, confiar en que Obama mantendría su palabra de multilateralismo y creer que a los gringos les interesaba algo más real que la apariencia de la democracia hondureña. Los militares estadounidenses quizás alentaron a los golpistas, les consintieron el uso de bases conjuntas para acciones del golpe, y anunciaron públicamente que seguían cooperando con las FFAA de Honduras después que su Cancillería había anunciado el cese de toda cooperación con los golpistas. Y fueron evidentes las contradicciones en Pennsylvania, más preocupada por destrabar sus nombramientos en el Senado. Sin embargo, hasta el mes de septiembre, justo antes del colapso del Acuerdo de San José, el Presidente Zelaya estaba convencido de que los estadounidenses “resolverían el problema”. Y cuando depositó en ellos toda su confianza perdió la concentración de UNASUR, Grupo de Río, OEA y de NNUU, donde inicialmente se había apoyado de manera contundente su restauración sin condiciones.
¿Fue un error vacilar frente a la represión? Quizás los líderes revolucionarios no pueden darse el lujo de tener escrúpulos. Pero del mismo modo que no se le puede exigir a Mel más sacrificio, no hay derecho de reclamarle que no diera la orden de fuego, consciente de la falta de elementos defensivos en la Resistencia. Acaso es un error también creer que Porfirio Lobo va a restaurar las libertades cívicas, mientras el General pinta violines, porque más bien hay una escalada de la represión policíaca paralela a las declaraciones de apertura y de querer sanar heridas. Quién sabe qué quiere decir el nuevo presidente del Congreso cuando asegura que “nada tienen que ver las nuevas autoridades con los eventos del 28 de Junio”. ¿Acaso no era entonces Lobo Presidente del P.N. y el propio Juan Orlando Hernández diputado de la bancada que votó unánimemente a favor del golpe y luego ratificó su decisión hace apenas un mes? Hagamos si se quiere alianza práctica, con plena conciencia de con quién transamos. Y mantengamos un mínimo de alerta frente a la ultraderecha que, desde antes que asumiera la Presidencia (porque el poder es otra cosa) ya estaba amenazando a Lobo con arrinconarlo, utilizando un discurso demencial que, por supuesto, nada tiene de autocrítica ni tampoco de conciencia de que han cometido el peor error que se puede cometer contra la historia: querer detenerla.

jueves, 22 de octubre de 2009

Infamia en la acción y en la palabra. Helen Umaña


Niña de la Resistencia. Foto de Roonnie Huete


Cuando escribo estas notas, la Resistencia ha contabilizado a una treintena de sus miembros asesinados por las fuerzas represivas. Vidas útiles cuyo delito fue no aceptar la imposición de un régimen ilegítimo y dictatorial y desear construir una Honduras más justa mediante la convocatoria a una nueva Asamblea Constituyente. Vidas dignas, sacrificadas por las fuerzas siniestras que dirigen el tinglado político del país.

El lunes 19 de este mes se divulgó que el decreto que imponía el estado de sitio, después de dos o tres semanas de calculadas dilatorias, se había publicado en el periódico oficial. Supuestamente, se había restablecido el derecho a disentir, a expresar inconformidad y a manifestar el desacuerdo con ideas o actos con los cuales no se comulga.

Sin embargo, ese día, cuando se inhumaron los restos del dirigente sindical Jairo Sánchez, se asesinó al maestro Eliseo Hernández Juárez, líder ecologista, dirigente de la Resistencia y candidato a vicealcalde en su comunidad. Además se «gaseó» y capturó a manifestantes en San Pedro Sula y Santa Bárbara. Entre los capturados estaba Julio Corea, Procurador de los Derechos Humanos que fue vapuleado salvajemente. El martes, en la primera ciudad, se reprimió la marcha de varias organizaciones feministas y, en Tegucigalpa, se asesinó a Marcos Martínez, dirigente de la colonia Divanna. Siempre en la capital, el miércoles se hirió de gravedad a Marcos A. Garay, presidente del Comité de Patronatos de Honduras y se capturó a varios de sus miembros. El 21, en San Pedro Sula, los represores agredieron de nuevo en el parque central. Todo esto ratifica que, en Honduras, la ley es papel mojado y sólo sirve para tratar de engañar al mundo. En la práctica, la maquinaria represiva está bien engrasada y no se detiene.

Ni se detendrá. Honduras gira ya en una espiral de violencia que puede durar un tiempo indefinido. Para estar de acuerdo con ese escenario, los medios desinformativos han recargado baterías con el propósito de condicionar la mente de los receptores para que acepten y vean como normal o justificada la intensificación de una operación de aniquilamiento que baraje lo selectivo y lo indiscriminado como forma de sembrar el terror y amedrentar a la disidencia. Los blancos ya están señalados: líderes populares específicos, pero también cualquiera que externe públicamente su descontento. Por los indicios que saturan el ambiente —a menos que, como por milagro, surjan fuerzas que se opongan a la locura fascista—, se está a un paso de reeditar la versión hondureña —corregida y aumentada— de la terrible historia que se vivió en décadas pasadas en otros países de Centroamérica.

El maquiavélico plan ya está en camino: intensificar las acusaciones de vandalismo o terrorismo contra los miembros de la Resistencia a la que se pretende criminalizar endilgándole el membrete de movimiento armado, insurgente o guerrillero. Las informaciones sobre supuestas compras de armas en los países vecinos apuntan hacia ese objetivo. Pronto veremos que cualquier acción punible que no pueda aclararse se le endilgará a la Resistencia a la que se asimilará, aún más, con las «maras» o con cualquier grupo disociador.

Ese contexto explica el aterrador mensaje de odio y exterminio formulado por Juan Ramón Martínez quien exhorta al Tribunal Supremo Electoral (léase ejército y policía) a que aplique «el látigo para detener a quienes pretenden turbar la tranquilidad nacional y comprometer el futuro de las nuevas generaciones» (La Tribuna, 20.10.2009). Una clara directriz metodológica dentro del criminal engranaje que pretende conducir al país a una guerra civil o a una situación de anarquía generalizada que tendría tres beneficiarios inmediatos: el régimen dictatorial que se implantaría definitivamente; los fabricantes y vendedores de armas y los consorcios farmacéuticos. Y con una especie de humor macabro también podríamos incluir a las empresas funerarias y a los fabricantes de ataúdes.

Desde el momento en que surge, la Resistencia ha enarbolado, como bandera de lucha, la no violencia. La resistencia activa. La desobediencia civil. Alimentada de un profundo pacifismo que reniega de la guerra como instrumento para dirimir los conflictos, con reiterada convicción, la Resistencia se ha opuesto a toda forma que implique el uso de la fuerza, ya que éste es un mecanismo irracional, antihumano y cavernario.

Esa filosofía de lucha hizo que la Resistencia encontrara un eco inmediato en inmensas capas poblacionales sin discriminación de ninguna especie: miembros de las diferentes etnias, campesinos, obreros, maestros, profesores y estudiantes universitarios, pintores, teatristas, maestros, médicos, escritores, periodistas, poetas, abogados, historiadores, amas de casa, comerciantes, personas de la tercera edad, candidatos a cargos de elección popular, músicos, religiosos católicos, pastores evangélicos, monjas, feministas, militantes de partidos políticos, etc.

Pero jamás, los miles y miles de hondureños que nos hemos integrado a la Resistencia hemos visto un arma o leído algún instructivo sobre formas de ataque o algo parecido. Asimismo, en cada caminata, un férreo comité de vigilancia ha impedido desmanes y acciones provocativas. Inclusive, han detectado a infiltrados con armas que han entregado a los cuerpos policiales.

Por eso mismo, nunca, en la historia del país, había surgido un movimiento con tal capacidad de convocatoria. Además, no se piense que está muerto. Ciento veinte días de lucha, que implican incalculables sacrificios personales: muertos, gaseados, capturados, toleteados y agredidos de mil maneras, no han hecho más que incrementar la rebeldía y la determinación de continuar oponiéndose a la arbitrariedad, razón por la cual se rechaza un proceso eleccionario impuesto, ilegal y «tutelado» por la mano militar.

Sólo un ciego mental o un espíritu obnubilado por el odio personal a Mel Zelaya puede equiparar ese conglomerado humano con hordas anárquicas y vandálicas. Al respecto, en el artículo citado, se vierten conceptos dignos de incluirse en una antología de la infamia: «La población le ha tomado la medida a la resistencia. Sabe que los seguidores de Zelaya, turbados por la falta de dirección conjunta, sólo actúan bien cuando se imponen la meta inmediata de destruir vidrieras, meterle fuego a los edificios o pintar vulgaridades en iglesias, edificios públicos o en las residencias de los líderes que les han plantado cara. Saben que no les motivan ideales que trasciendan más allá de la paga, la oportunidad de hacer turismo revolucionario; o la anticipación de soñar en recibir algunos beneficios que resulten de quitarles los bienes a los ricos para repartirlos entre los pobres». Palabras que, más que mellar a la Resistencia, vulneran conceptos éticos. Pero esto último, por cierto, parece excluido del vocabulario y de la práctica política golpista.

lunes, 12 de octubre de 2009

La semilla indestructible. Helen Umaña


"La década perdida" es una expresión con la cual, entre otros matices, se indica que, en los años ochenta, los movimientos insurgentes en Centroamérica fracasaron en tanto no hubo una inmediata toma del poder. Esto último es cierto. Sin embargo, la semilla que se sembró a costa de millares de muertos, torturados, exiliados y desaparecidos siguió gestándose. En El Salvador, el movimiento que en esa época fue criminalizado ahora hace gobierno. En Guatemala, el sector indígena —que en gran medida se incorporó o apoyó a la guerrilla— cada vez toma mayor impulso y, actualmente, integra uno de los movimientos étnico-culturales reivindicativos más vigorosos en Latinoamérica. Las transformaciones, aunque lentas, caminan. No hay, pues, tal «década perdida». Cada lágrima y cada gota de sangre derramadas no cayeron en terreno estéril y baldío. Son y seguirán siendo partículas de energía en la gran espiral del bregar humano hacia estratos más justos y equitativos.

Ello tiene explicaciones lógicas. Con sólo mirar en torno (vr. gr., los fenómenos naturales) advertimos que cada hecho tiene una causa y, a la vez, genera consecuencias. Esa es la gran cadena de la vida. Lo que ocurre en el mundo de la naturaleza, también se da a nivel del individuo y de la sociedad. A una acción sigue una reacción. Esa es la gran cadena de la Historia. En una especie de sabiduría que rige el universo, nada se pierde en el vacío. Llega a un punto de crisis; estalla y renace con nuevos bríos.

El 28 de junio, coludidos todos los sectores de poder (ejército, burguesía empresarial, sistemas judicial y legislativo, dirigencias del bipartidismo, capos de los medios masivos de desinformación, jerarquía eclesiástica ligada al Opus Dei, pastores evangélicos…) ejecutaron una serie de acciones delictivas (elaboración de una carta falsa, asalto a mano armada y expulsión del país del titular del poder ejecutivo, aderezamiento de amañadas y posteriores órdenes de captura…) en contra de Manuel Zelaya Rosales, legítimo Presidente Constitucional de Honduras. Un auténtico golpe de Estado no obstante el maquillaje lingüístico con el cual pretendieron ocultar la ruptura ilegal del orden institucional. La fractura artera y antidemocrática al Estado de derecho. Agréguese, a ello, la mentira manipuladora que difundieron nacional e internacionalmente aduciendo falazmente que la cuarta urna giraba en torno a la reelección de Mel Zelaya. Mentira sobre mentira.

Leyendo mal los signos sociales, los golpistas creían que, pasadas una o dos semanas, todo volvería a la normalidad. Todavía resuenan en mis oídos las voces de los locutores radiales y televisivos llamando a la ciudadanía para que se presentase a sus trabajos, escuelas, universidades, etc., ya que aquí había orden y la ley no se había quebrantado. Una monstruosidad jurídica que hasta los neófitos advertimos.

Además, había un ingrediente que su odio y ceguera, no les permitió ver y sopesar. En la mayoría desposeída, Mel había sabido sembrar esperanzas en un necesario y posible cambio de vida. En un pueblo con uno de los índices de pobreza más aterradores del mundo, ese frágil resquicio hacia un futuro mejor había prendido con inusitada fuerza. En las capas marginadas de la población, que ya no creían en políticos tradicionales, la cuarta urna podría dar paso a una nueva Carta Magna en la que ellos —los sectores históricamente oprimidos y preteridos— podrían tener una participación activa. Ese es el gran legado de Mel Zelaya y que la historia futura tendrá que reconocerle: sembró la ilusión. Permitió visualizar un horizonte sin los lastres de la miseria y la desigualdad. Hizo ver y sentir que el pueblo tiene las llaves de su propio destino. Alimentó la esperanza en aquellos a quienes el bipartidismo sistemáticamente ha venido engañado desde hace más de cien. Insufló, pues, un sentido de dignidad y autoestima colectiva. Y cuando un pueblo o un individuo alcanzan ese estado de consciencia, todo ha cambiado para ellos. Es un estado de iluminación interior frente al cual nada pueden las fuerzas negativas y antagónicas. Nada hace renegar de esa perspectiva renovada de enfrentar la vida.

La semilla que Mel sembró cayó en terreno fértil, pronto para la cosecha. De ahí que, sea cual sea el resultado de las componendas del supuesto «diálogo» que busca superar la crisis actual, ella está más viva que nunca. Es, justamente, la esencia de la Resistencia, ese movimiento de masas que ha dejado boquiabierto al mundo. No son cuatro, ni cien. Son millares y millares de hondureñas y hondureños los que, sobre todo en dos ocasiones (las multitudinarias marchas hacia Tegucigalpa y San Pedro Sula desde los cuatro puntos cardinales del país y las extraordinarias «celebraciones» del 15 de septiembre) y desafiando la más brutal de las represiones, demostraron su formidable fuerza.

La supresión de las garantías constitucionales —el cavernario estado de sitio— no ha «rebajado» la determinación de la Resistencia. Al contrario. Por elemental respuesta, las agresiones incrementan la rebeldía. Tampoco la imposición de unas elecciones manipuladas y fraudulentas altera el objetivo básico alimentado en cada acto de protesta: impulsar los mecanismos hacia lo único que podrá sentar las bases de un auténtico equilibrio social: la redacción, mediante un amplio consenso que no margine a ningún sector, del gran libro que reglamente, al centavo (para bloquear las falsas salidas de los leguleyos), cada aspecto de la vida política, jurídica y social del país: la nueva Constitución de la República. Esa es la irrenunciable meta.

miércoles, 22 de julio de 2009

El miedo a una palabra de dos letras. Helen Umaña


El 28 de junio venía de Guatemala con el único y exclusivo propósito de votar a favor de la cuarta urna. Veía, en ésta, la posibilidad concreta de un cambio hacia senderos de beneficio colectivo. Era el camino para modificar, con el consenso de todos los partidos políticos y de una amplia difusión y discusión (a través de los medios de comunicación, foros, comentarios, etc.), una Constitución cuyas lagunas son evidentes.

La ciencia dice que nada es estático y que todo lo hecho por el ser humano es susceptible de perfeccionarse. Manejar que la cuarta urna lo que pretendía era la reelección de Mel ha sido la distorsión más grande en la historia política del país. La hipotética Constitución se redactaría ya cuando Mel hubiese dejado de ser presidente. Su elaboración estaría, pues, en manos de diputados elegidos por quienes se acercasen a votar. De ahí que la propuesta de la cuarta urna prendiese, con tanto entusiasmo, en la voluntad de los sectores históricamente marginados: campesinos, obreros, grupos étnicos…

Por esa razón, cuando en el bus que me traía de Guatemala me enteré del golpe de Estado, el impacto emocional fue intenso. En esencia, abortar, con alevosía, la semilla de lo que pudo ser un encaminar al país por senderos de equidad y justicia. Darle un golpe de muerte a la posibilidad de un sueño factible: la construcción de una sociedad en donde, no como varita mágica sino como proceso de ardua construcción, se empezasen a solventar las necesidades más urgentes de comida, salud, educación y vivienda para la mayoría. Mel había dado el primer paso. Impedírselo, con el golpe de Estado, fue como abrir la puerta para llevar al país a una espiral de violencia cuyas consecuencias ya se empiezan a sentir: secuestros, asesinatos políticos y persecución a los disidentes. Una realidad que ya se ha instalado en el horizonte de la patria. Al amparo de la nocturnidad y la falta de energía eléctrica, la captura del artista de la caricatura Allan MacDonald (con todo y su hija de diecisiete meses); los asesinatos de Isis Obed Murillo (en el aeropuerto de Toncontín) y de Róger Ivan Bados González y Ramón García, miembros del partido Unificación Democrática (UD) son ominosas señales del abismo hacia el cual Honduras se encamina. A menos que prevalezca la sensatez (que pasa necesariamente por el restablecimiento del Estado de derecho), no es aventurado vaticinar que se está a las puertas de una vorágine social sin precedentes: la reactivación de la tenebrosa Doctrina de la Seguridad Nacional y, como lógica respuesta, la adopción de formas de lucha que llevan consigo incalculables cuotas de dolor y sangre. Una factura que, a la postre, pagará la sociedad en su conjunto. Al respecto, la historia de la humanidad es un espejo en el cual los sectores dominantes del país —por su inveterada miopía— todavía no se han visualizado.

La pesadilla que se repite. El protagonismo de las botas. Las imágenes de los militares apuntando, en posición de combate, a humildes mujeres, a jóvenes imberbes y a personas desarmadas son devastadoras. En Toncontín…, el sonido de las balas. El huir alocado de la gente. El ulular de la ambulancia. El cuerpo frágil sostenido por manos solidarias... Un revivir la estela de sangre y terror que han dejado en Latinoamérica los ejércitos nacionales. Ratificar que el monstruo sigue vivo, agazapado, listo a dar el salto y el zarpazo cuando los grandes consorcios internacionales y sus socios nacionales así lo indiquen. Desde siempre, el brazo armado del poder económico. Y, en niveles de alta graduación, ellos mismos convertidos en poder económico que actúa en defensa de sus intereses.

El contubernio iglesias-poder político. Es indignante el espectáculo de los pastores evangélicos y de la alta jerarquía católica encabezando y bendiciendo las marchas de la oligarquía. Con falaces mensajes bíblicos, violentando las conciencias para llevarlas a la posición política que les permitirá seguir medrando a la sombra de sus iglesias, no casas de oración, sino auténticos emporios económicos. Complementado, todo, con otro bochornoso espectáculo: en un Estado constitucionalmente laico, los «honorables» diputados y sus testigos de honor (Custodio, Aguilar Paz, Leitzelar, Mauricio Villeda, Irma Acosta de Fortín…) agarrándose las manos e inclinando la cabeza, pronunciando una oración en el momento mismo en que, enarbolando una falsa carta de renuncia, ratificaban su traición y consumaban el golpe de Estado.

La guerra mediática. En los meses precedentes al golpe de Estado, la oposición a Mel Zelaya llegó a niveles jamás vistos. Quizá, en ninguna parte del mundo, un periodismo como el hondureño. Especialistas en sesgar y manipular la información. Todos los días mintiendo flagrantemente. Conductores de programas radiales y televisivos moviendo la noticia hacia el lugar en donde sopla el dinero. Tergiversando los hechos para confundir al receptor. Al día siguiente del golpe, desde Radio América, llamando a encauzar el país por las vías de la «normalidad»: «Preséntense en las fábricas, en los negocios…»; «Dejémosle la política a los políticos y que los niños y maestros vuelvan a la escuela, los obreros a sus fábricas…»; «Aquí no ha habido golpe de Estado…»; «Aquí todo es normal»; «Es necesario producir…». En otras palabras, producir para seguir llenando los bolsillos de la minoría… La infamia revestida de amor patrio.

La ambigüedad e indiferencia de la máxima casa de estudios. Duele el comunicado gallo-gallina de las autoridades de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, institución, en horas más lúcidas, a la vanguardia del pensamiento progresista y democrático. ¿Dónde el análisis de la crisis social y política? ¿Dónde el comunicado orientador para un pueblo carente de instituciones que salvaguarden sus intereses? ¿Cómo puede hablarse de vinculación universidad-sociedad si se evade el compromiso del análisis y del mensaje clarificador? ¿En qué momento se extravió el rumbo de la dignidad?

El manipuleo lingüístico. Desde la espuria sesión del domingo cuando se nombró presidente a Micheletti, éste insistió en que no era un golpe de Estado y lo llamó «un acto de sucesión presidencial». El lenguaje designa realidades y, en función social, no es un instrumento de uso antojadizo. Como se lo hizo ver un corresponsal español, cuando un contingente armado asalta la casa del presidente; lo secuestra y lo envía, contra su voluntad, a Costa Rica, eso sólo puede llamarse golpe de Estado. Aquí y en cualquier parte del mundo. Por más que los medios, los funcionarios y los diplomáticos desleales, mentirosos y oportunistas repitan las palabras del usurpador. El inútil querer tapar el sol con un dedo. La comunidad internacional y el pueblo, que no es el ignorante que muchos creen, lo saben.

El papel de comparsa a que se redujo la querida figura de Ramón Custodio, ¡a quien tanto debo en lo personal!, pero a quien, por respeto a mi propia conciencia, tengo que referirme al haberlo visto en el más triste papel de su carrera! ¡Que es mejor que a Mel lo hayan enviado a Costa Rica ya que, por lo menos, está vivo!, dijo. La cuestión de fondo es el acto ilegal que con él se cometió. Eso era lo que había que condenar.

Nunca, con su presencia (es el Comisionado Nacional de Derechos Humanos), avalar la monstruosidad jurídica perpetrada contra un presidente legítimamente electo. Y, como broche de oro: afirmar que eran balas de goma las que usó el ejército la tarde en que, violando la Constitución, vedaron el aterrizaje de Mel en Toncontín. De goma, pero acabaron con la vida de un joven de diecinueve años. (¡Con una humilde «burrita» aguantó las largas horas de espera con un único propósito: vitorear al presidente en el cual había cifrado la esperanza de un mañana mejor! Su pequeña pero gran odisea desde su remoto pueblo y las palabras de su digno padre explicando sus móviles son signos entrañables que hablan de ilusión en un futuro más humano y más digno…, pero también de sueños rotos por la brutalidad represiva…).

En un pueblo hambriento (hace pocos días una campesina, como no había dinero para comprar maíz, para fabricar tortillas, echó mano del que ya estaba «curado» para la siembra; resultado: tres hijos en el hospital y el de cinco años, en el cementerio), en donde el abismo entre ricos y pobres cada vez se hace más profundo y que, por lo mismo, no es cuestión de borrarlo con abrazos de paz y de reconciliación de la «familia hondureña», según cantan los defensores del golpe, la cuarta urna era una opción para intentar cambios positivos. Nunca, al pueblo llano (ese que es marginal y vive en los bordos y en los barrancos de la miseria), se le había dado la oportunidad real de expresar su sentir. Y, con el «Sí», la posibilidad de mejorar un instrumento (una nueva Constitución) que guiase la vida futura de la nación. Lo reiteramos: todo es susceptible de perfeccionarse. Máxime tratándose de la Carta Magna en donde las cuestiones son trascendentales en la cotidiana construcción de la república. Pero los sectores de poder (especialmente la clase política enquistada en el Congreso y que ha esquilmado el erario a través de las grandes erogaciones que se les otorgan a los diputados, supuestamente para obras de beneficio en sus comunidades) le temieron a la avalancha de un «Sí» popular. Sospecharon —con razón— que podía representar el fin de sus incalculables dividendos. El golpe de Estado fue su manera torpe y desesperada de oponerse a la incontenible marea humana que cada vez es más consciente de sus verdaderos intereses y de la mejor forma de defenderlos. Para muestra, una consecuencia inmediata: en un santiamén se hizo añicos la base social de los partidos políticos responsables de la acción delictiva.

Estamos, pues, frente a estatuas con pies de barro. Su desmesurada reacción ante la crucial pregunta de la encuesta abortada revela su debilidad. Son poderosos y se amparan en las múltiples redes nacionales e internacionales que propicia el dinero…, pero le temen al pueblo. Saben que éste es mayoría y que, en justa lid, ellos llevan las de perder. Esa es una de las grandes lecciones que, de estos días trágicos, se debe extraer. Aunque lenta, la rueda de la historia nunca se detiene.

Desde hace treinta años, sólo he escrito sobre arte y literatura. Pero la ruptura del orden constitucional y el descaro con que actuaron Micheletti y sus socios golpistas me sacaron de la voluntaria torre de marfil. Las alucinantes imágenes de esa sesión grotesca en que se le dio un golpe de muerte a la débil democracia hondureña me han confirmado que el artista y el intelectual no pueden esconderse en una pretendida neutralidad. Tratándose del bienestar colectivo no hay apoliticidad que valga. El silencio equivale a aquiescencia y complicidad. Por lo tanto, tomo partido. En los momentos decisivos —cuando está en juego el devenir de los años futuros en Latinoamérica— a lo estético, se sobrepone la opción ética. Y ésta me dice, con claridad meridiana, de qué lado están la razón y la justicia.

Mis palabras no pretenden formular un análisis de la situación (para eso están los sociólogos y politólogos). Pero externar mis sentimientos es una necesidad vital y perentoria. Por un lado, un profundo dolor por el cúmulo de signos negativos que saturan el ambiente. Por el otro, la esperanzada convicción de que los sectores marginados, aún con tropiezos y dificultades, siempre encuentran la ruta hacia mejores derroteros. Nunca camina en reversa la rueda de la historia.

San Pedro Sula, 30 de junio- 14 de julio de 2009.